Existe un debate recurrente, en los países con un sistema democrático basado en el “bienestar” de sus ciudadanos (como supondríamos el nuestro), en torno al papel y deberes que tiene lo público para con la cultura -y su provisión y garantía. A las diversas opciones y sus consecuencias se les llama, aglutinando someramente, “política cultural”. Sin entrar a discutir ahora cuál de sus versiones sería la más adecuada, lo cierto es que cualquier iniciativa que nazca más allá de la institución pública, funcione esta o no, es de celebrar. Da igual si emerge desde abajo, se descuelga desde arriba, aparece en el margen o explota en pleno meollo. La multiplicación y diversificación de espacios de encuentro y exhibición aporta riqueza al contexto, y más aún cuando este contexto adolece, como en Tarragona, de una falta casi crónica de apoyo por parte de lo público. En los últimos meses se han abierto en la ciudad dos espacios que tienen este denominador común: la necesidad de generar lugares alternativos. Iniciativas que nacen para permitir contextos más flexibles de exposición e intercambio, con la libertad que otorga lo independiente y con la ilusión que genera el reto.
El pasado 27 de septiembre abría sus puertas, en la calle Real 60-62, la Galería silvestre (www.galeriasilvestre.com) con una multitudinaria celebración que hacía entrever el trabajo previo realizado, el entusiasmo con el que sus responsables y la ciudad lo recibían y la calidad de un proyecto con envidiable coherencia a pesar de su juventud. Pocos días después, el 4 de octubre, con la inauguración de su primera exposición a cargo del artista Martinho Costa, titulada “Unnecessary Repetition of Meaning”, las sospechas se hacían realidad.
Vanessa H. Sánchez y Pep Anton Clua Monreal son los responsables de este espacio dedicado principalmente a la pintura contemporánea, un género de expresión artística relativamente desatendido en los últimos decenios y que, sin embargo, apunta a una renovación que parte de un lugar muy distinto en el que se había quedado. H. Sánchez y Clua llevan años trabajando al otro lado de la barrera, y su salto a la creación de un espacio propio ha sido muy meditado; tal y como afirman, es “fruto de la pasión por el arte contemporáneo y la creación”. La elección de los diez artistas que representan se ha llevado a cabo minuciosamente y a partir de un seguimiento y trato muy personalizado, algo que se nota especialmente al oírles hablar de ellos. Por cierto, cuatro de los diez son portugueses, pero aseguran que es pura casualidad y que responde a un criterio de gusto estrictamente.
Además del espacio en Tarragona, la Galería silvestre inaugura el próximo mes una sede en la calle Doctor Fourquet de Madrid, epicentro de las galerías de arte contemporáneo español. Esta apuesta por la “visibilidad” se debe, como aseguran, a una estrategia clara: la galería se abrió en Tarragona por una cuestión de necesidad personal geográfica, y es aquí donde tendrán lugar todas las actividades y talleres que están planteando (cursos de arte contemporáneo, talleres de joyería, desayunos con los artistas, etc.). Sin embargo, y como admiten los responsables, al tratarse de una iniciativa privada, hay que buscar las ventas donde puedan tener lugar, y esto es principalmente en Madrid y en Ferias.
De momento, su trabajo de elección y programación (hasta finales de 2016) está hecho, y con nota. Y es que a menos de un mes de su apertura al público, este atino en el criterio de selección ya se ha visto reconocido con la invitación a participar en la Feria Justmad de Madrid (http://news.justmad.es), una paralela a la famosa ARCO que se está haciendo un lugar como escenario de artistas emergentes y precios razonables dentro del arte contemporáneo peninsular.
También desde la iniciativa privada, pero al margen igualmente del mercado y las ventas, Grey Square (C/ Sant Llorenç, 3) abrió sus puertas en mayo del año pasado. Pensado inicialmente como taller de los artistas Antonio Luque y Juan Carlos Lozano, pronto se convirtió en lo que ellos llaman un “espacio de creación contemporánea”. Ya desde el propio nombre (el cuadrado gris) muestran una postura crítica con el sobado “White Cube” (el cubo blanco, instantánea de lo que debe ser un espacio de exposición de arte contemporáneo: grande, impersonal, aséptico). Grey Square es pequeño. Y en él ocurren cosas.
Luque y Lozano, artistas de notoria trayectoria, decidieron ocupar solo el altillo de su taller y facilitar que, en la parte baja, se pudiera generar un contexto de encuentro, exhibición, de plataforma de propuestas que en general escaparan a los valores de mercado. Grey Square no es un espacio comercial, pero si alguien está interesado en una pieza, ponen en contacto comprador y artista para que lleguen a un acuerdo, sin participar en la venta.
En los próximos meses, Grey Square se expande en ambición y alcance a través de sus proyectos de formación en performance (a cargo de Pedro Alba), y con muestras comisariadas por renombrados artistas y comisarios como Lidia Porcar, Aureli Ruiz, Martí Gasull y el mismo Alba. Hasta que esto ocurra, actualmente podemos ver la exposición “Orígens”, de Martí Gasull, Yurian Quintanas y Salvi Danés, que se desarrolla conjuntamente con el espacio “Parking” de Pallaresos en el marco del Festival SCAN. Los seguiremos, a todos, de cerca.