A FONDO: ¿QUÉ ES UN COMISARIO?
En esta sección realizaremos una serie de entrevistas a comisarios y comisarias, una figura a menudo desconocida en el mundo del arte contemporáneo y que se encuentra a medio camino entre el artista, el museo y el espectador. Exploraremos así a fondo qué puede y qué no puede un comisario, dónde empieza y dónde acaba su función en la organización de una exposición o de un proyecto artístico.
Cèlia del Diego es crítica de arte y comisaria. Integrante del consejo de redacción de Artiga. Revista d’art i pensament contemporani, ha sido directora del CA Tarragona Centre d’Art, directora artística de la Capella de Sant Roc y el proyecto decenal “2011 lumens” en Valls, así como adjunta de dirección de la Galeria Toni Tàpies en Barcelona. Ha comisariado numerosas exposiciones y, actualmente, prepara un ciclo para el Arts Santa Mònica y una muestra en el Museu de Valls. Está trabajando con Antonio Salcedo en un curso práctico de comisariado para la Universitat Rovira i Virgili, donde se producirá una exposición que será itinerante.
TITULAR:
“La mediación es construir valor colectivo desde la práctica artística”
Ya ha pasado casi un año desde que acabó tu etapa en la dirección del CA Tarragona Centre d’Art. ¿Cómo ves ahora el trabajo que realizaste (gestión, exposiciones, actividades, etc.) junto con Jordi Ribas y Cristian Añó?
Mi valoración es muy positiva. Durante dos años ofrecimos una amplia programación en cuanto a exposiciones, actividades, cursos, etc. Asimismo, como proyecto integral de Centro de Arte, se trabajó también la intervención del arte en el marco local, su interacción social y la regeneración del ecosistema cultural del territorio. Además de las publicaciones realizadas, me quedo con dos legados del CA Tarragona. Por un lado, los proyectos que surgieron de los grupos de trabajo continúan activos a pesar de haber perdido su marco institucional: la red de gestores que está elaborando un programa de formación para otoño, la web autogestionada (antena.cat) que difunde los proyectos artísticos del Camp de Tarragona o el espacio de consulta en red de prácticas colaborativas (poliedrica.cat). Y, por otro lado, el reconocimiento que acabamos de recibir por parte de la Associació Catalana de Crítics d’Art por nuestra apuesta por un centro de arte que experimentaba en torno a la relación entre creación artística y ciudadanía. En cualquier caso, lamento que el proyecto fuera interrumpido cuando emprendía el vuelo y no gozara de los dos años que le quedaban para desplegarse con toda su intensidad.
Después de incertidumbre y polémicas, el pasado lunes 14 se presentó precisamente el nuevo programa del Centro de Arte de Tarragona. ¿Cómo ves esta nueva etapa que ahora empieza?
Me sorprende de entrada que, en la crisis que estamos atravesando, el Ayuntamiento se permita tirar por la borda dos años de inversiones municipales en un proyecto de centro que, aparentemente, tiene muchos objetivos coincidentes y que no aproveche absolutamente nada, ni siquiera el archivo de artistas del territorio o la identidad corporativa. En cuanto a la nueva etapa, me preocupa la confusión que se desprende en todo el proyecto entre mediación con la ciudadanía y sacar el arte físicamente a la calle, o entre arte web y el uso de redes sociales como Vimeo e Instagram. También, que a estas alturas se busque la innovación en objetivos que centraron la atención de la escena artística de los noventa, como la experimentación con los formatos expositivos. Finalmente, me inquieta descubrir que el jurado del concurso de mediación es un jurado político, conformado por representantes de las instituciones, pero sin ningún profesional especializado en la materia. De todos modos, creo que será más adecuado valorar el proyecto cuando este lleve unos meses de rodaje.
En este sentido, respecto a participación ciudadana y mediación, ¿cómo has enfocado la práctica de comisaria en tus proyectos?
Me he centrado en promover trabajos artísticos que busquen compartir una experiencia con colectivos ajenos al circuito del arte, como los proyectos desarrollados en La Capella de Sant Roc y CaixaForum. Sin embargo, ante la efervescencia del activismo ciudadano, los modelos de participación definidos apriorísticamente resultan cada vez más obsoletos. Actualmente exploro la interdependencia entre comisariado y mediación, fomentando que la capacidad propositiva no sea unidireccional, sino que se genere una intersección entre exposición y público. Así se intensifica al mismo tiempo la trama de relaciones entre asociaciones, instituciones, proyectos de una comunidad. Esta es la labor que desarrollamos desde el CA Tarragona y que articulará el ciclo anual que estamos preparando, también con Jordi Ribas y Sinapsis, para el próximo año en el Arts Santa Mònica.
Pero, más precisamente, ¿por qué surge la necesidad de mediación en la práctica de los comisarios? Y, sobre todo, ¿cuáles son sus límites?
Surge de la necesidad de actualizar el vinculo entre arte y sociedad. Marina Garcés habla de “desapropiar la cultura”, sacarla de los lugares que le son propios para implicarla en la realidad donde se inscribe. Explorar las posibilidades de la mediación es explorar el ejercicio de autoconvocarnos, de poner en crisis las estructuras de convocatoria y legitimación del sistema y confiar en lo común. La mediación es construir valor colectivo desde la práctica artística. Más que generar retorno social, deberíamos generar valor social entre todos, y también valor artístico.
¿Puedes dar un ejemplo de mediación que, para ti, sea paradigmático?
Sin ir más lejos, la relación que se estableció entre la Fundació Casal l’Amic y el CA Tarragona. Ellos asistieron a las jornadas “Obert per reflexió” con las que, desde el Centro, invitamos a las asociaciones del territorio a trabajar con nosotros. Lo vieron como una oportunidad e impulsamos juntos “En relació”, un espacio de trabajo transversal entre el ámbito artístico y el social en torno a la exposición de Bouchra Khalili, y del cual formaron parte, entre otros, la Unitat Tècnica d’Immigració i Ciutadania o la Associació de Familiars d’Alzheimer. La muestra no fue para ellos una experiencia de consumo cultural, sino el motor de un proceso de trabajo que desbordaba la obra de la artista para llevarlo a sus ámbitos de trabajo.
Y retomando tu trabajo sobre el testimonio en la exposición colectiva del CA Tarragona en 2012 (“Habeas Corpus”), ¿de qué época o momento del arte es testimonio esta entrevista?
Sin duda, de un cambio de paradigma. El momento en que la cultura era concebida como un derecho ha sido superado, también los años en que las infraestructuras museísticas eran un activo en los procesos de reurbanización. El modelo institucional ha envejecido mal y el código de buenas prácticas parece haber prescrito. La cultura y el arte necesitan recuperar su legitimidad social. Si el sistema actual de las artes visuales no nos interpela, pensemos en un cambio en pro de la función pública del arte. No tengo la solución, pero sí la convicción de que es la propia comunidad artística quien, desde la experiencia y saber acumulados, debe plantearlo.